Síndrome de la cabaña, una cuestión personal

Foro Psicología / IJPP
 

Sergio García Soriano, psicólogo

“No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.

No duerme nadie.

Las criaturas de la luna huelen y rondan las cabañas”

Lorca. Ciudad sin sueño.

 

El síndrome de la cabaña empezó denominándose “cabin fever” o  “fiebre de la cabaña” sería su tradición literal y aunque es de origen incierto. Se relaciona con principios del siglo XX en Estados Unidos y Canadá donde en las latitudes extremas en los largos inviernos quedaban sus gentes aisladas en soledad y aburrimiento. Llegando a describirse sensaciones de “locura de la pradera o locura de la montaña” en la que se da un miedo excesivo al contacto físico, a las relaciones personales fuera de lo familiar y hay una alta irritabilidad si nos apartamos de la casa o zona donde hemos vivido.

Un síndrome no llega a ser un trastorno, sino que es más leve y conlleva una serie de síntomas físicos y psíquicos que serán pasajeros pero que se circunscriben a una situación determinada. ¿Qué ha pasado en la actualidad? Nuestra casa ha sido nuestro refugio, sus paredes eran sentidas para algunos como símbolos de confort y como señales necesarias de evitar el contagio. Al acabar el confinamiento, esto ha cambiado y aunque había gran número de personas deseando recuperar la vida social y las salidas a la calle, también hay un número no desdeñable de personas que prefieren quedarse en casa, suele ser personas que han vivido situaciones dramáticas en primera persona, que son hogareñas o que son más aprehensivas que el resto.

La agorafobia o la fobia social son trastornos que impiden salir a espacios abiertos o con multitudes o que tienen dificultades con relacionarse con otras personas ya que se genera una respuesta ansiógena. El confinamiento mundial ha sido un experimento para nuestra psicología, ya que hemos visto como estos pacientes y algunos más mejoraban considerablemente en el encierro ya que no tener que enfrentarse al trabajo o al salir de casa retiraba un desgaste personal con el que ellos cargaban. La ansiedad, aunque tiene un correlato corporal importante, está causado por una serie de pensamientos y emociones disfuncionales que protegen y paralizan a la persona de un miedo interno.

¿Qué podemos hacer bajo este estado emocional?

En primer lugar, respetar nuestros tiempos y tolerar que no podemos recuperar nuestro estilo de vida anterior de manera inmediata.

En segundo lugar, aceptar el miedo pero que no nos paralice. Cuando le damos legitimidad le quitamos poder y por lo tanto controlamos en mayor medida nuestra reactivación.

Y tercero y no menos importante, tenemos que dejar de ejercer como “policías de balcón” viendo informaciones continuas que tienden a poner de manifiesto a los irresponsables de las distancias de seguridad o de no ponerse mascarillas. Tenemos que focalizarnos en nosotros mismos y en nuestra responsabilidad, pero nos perjudica una sobreinformación sobre rebrotes o malas praxis de protección ante el contagio.

En definitiva, el síndrome de la cabaña existe y puede ser simplemente indicativo de que tenemos una personalidad que prefiere la seguridad de lo conocido y que somos muy sensibles con las cuestiones vividas o puede ser la antesala de un trastorno con dificultades mayores. Depende de cómo lo abordemos tendremos un resultado u otro.