Mitos de la sexualidad y las artes
Sergio García Soriano, psicólogo
Me pongo a escribir entre Caimán Cuadernos de Cine y las 2001 noches, revista de poesía. Mi mesa está repleta de ediciones con las que he disfrutado y de tarjetas profesionales mías. Pienso que el orden de esta habitación y sus libros forman parte de mí. Quizás, no haya nada menos revolucionario que el caos en una casa. En el twitter de hoy, se diferencia entre un culto y un erudito, ya que aquel vibra con la cultura.
La mujer y el cine o la pintura y la mujer son temas que me tienen atrapado desde hace años. Es como si hubiese encontrado un nexo de unión entre las vicisitudes de la consulta y las producciones artísticas. E. Munch es el pintor que en más ocasiones ha reflejado en sus lienzos y grabados una imagen de la mujer con sexualidad devoradora, mostrando al espectador su convicción de que es ella quien domina las artes amatorias. Y además, Munch tenía la idea que el hombre alcanzaba la inmortalidad a través de la obra artística y la mujer sólo la podía conseguir a través de la única creación que le era posible: un hijo. Los prejuicios de época han sido base del pensamiento de grandes artistas y literatos. Y hombres y mujeres han hecho del prejuicio: hábito y destino.
El mito ante el deseo sexual
La virginidad, tan apreciada en ellas y tan burlada en ellos, ha sido siempre un tema recurrente en la mitología. Mitos que en cada uno de nosotros han estado presentes en nuestro crecimiento y desarrollo. El minotauro y su cuota de vírgenes diarias ponen de manifiesto una leyenda aún en boga en la Francia del XIX, según la cual las enfermedades venéreas que tanto se habían extendido, se curaban desflorando y, si era necesario, violando a una virgen, ya que transmitir el mal a un inocente llevaba a la curación. Fascinación por la castidad que Sofía Coppola recoge con maestría en Las vírgenes suicidas, a través de los ojos de unos adultos que han vivido la experiencia adolescente de la sexualidad y la muerte.
Regresando a la literatura, Las mil y una noches, el clásico persa, también nos habla de éstas situaciones. Leamos:
«Un sultán desposaba una virgen cada día y mandaba decapitar a la esposa al día siguiente. Todo esto lo hacía en venganza, pues encontró a su primera esposa traicionándolo. Ya había mandado matar a tres mil mujeres cuando conoció a Scheherazade. Este le comenzó a narrar un cuento durante toda la noche. Mientras relataba, el rey permaneció atento y motivado, escuchando con asombro la primera historia, y al final le pidió otra, pero Scheherazade le dijo que la alborada estaba cerca. Entonces, él decidió no matarla esa vez, pues la historia por venir al día siguiente parecía algo mucho más emocionante y atractiva. Así, el rey conservó a Scheherazade viva, mientras que pedía con impaciencia un anticipo de cada nuevo cuento, hasta que, después de mil y una noches de diversas aventuras, y ya con tres hijos, el sultán decide hacer reina a la mujer que habla, entretiene y genera erotismo».
El miedo ante el deseo sexual de las mujeres está presente en muchos mitos y películas – recordemos por ejemplo, que en el cine negro la femme fatal tiene que ser sacrificada por su lascivia y ambición-. Y este pensamiento que puede estar disfrazado en las parejas se puede relacionar con la eyaculación precoz o la frigidez, cuando se molesta al partenaire con este trastorno se evita la admiración en el momento del orgasmo, en el culmen de máximo goce.