Síndrome de la cabaña, una cuestión personal
Sergio García Soriano, psicólogo
Entre ver un gato negro y pasar por debajo de una escalera nos pasamos la vida tocando madera
Si hoy se ha levantado con el pie izquierdo va a tener un día horrible. Y si llueve y abre el paraguas antes de salir de casa, se cruza con un gato negro de camino al trabajo o derrama la sal durante la comida, todavía será peor. Al menos eso creen los supersticiosos, que también recomiendan evitar pasar por debajo de una escalera y brindar con agua, si uno no quiere tener mal fario. Por el contrario, tocar madera o llevar un amuleto, como una herradura o un trébol de cuatro hojas, le ayudará a atraer la buena fortuna.
Las supersticiones son numerosas y se extienden a lo largo y ancho del planeta. Todos los países tienen las suyas y algunas, incluso, han traspasado fronteras y se comparten en varios lugares del mundo. En 2017, una encuesta elaborada por la compañía de viajes Rumbo determinó que los españoles somos los europeos más supersticiosos –un 60% reconoció tener supersticiones de algún tipo–. Pero, ¿de dónde vienen estas creencias tan extravagantes?
«Los humanos, en nuestros más de dos millones de años de existencia, siempre hemos intentado buscar una explicación lógica a los misterios que nos rodean. Así es como desarrollamos una mente animista, que nos llevaba a pensar que cuando dos hechos sucedían de manera secuencial en el tiempo, uno era la causa y el otro el efecto», expresa el psicólogo clínico Sergio García. De ahí que en muchas religiones antiguas se pensase que los objetos y sucesos de la naturaleza poseían alma y consciencia propia y se los relacionase con divinidades para darles explicación.
Con la aparición del pensamiento científico y el desarrollo del método hipotético-deductivo nos dimos cuenta de nuestra equivocación. Este método se compone de los siguientes pasos: observación del fenómeno a estudiar, creación de una hipótesis para explicar dicho fenómeno, deducción de las consecuencias más elementales de la propia hipótesis y verificación de la verdad de los enunciados deducidos, comparándolos con la experiencia.
Legado cultural
Si, a pesar de todo, somos supersticiosos es porque «acudir a la racionalidad o lo científico es más costoso, es decir, necesitamos más elementos argumentativos para poder decidir sobre las cuestiones que estamos observando. Por el contrario, las supersticiones son argumentos superficiales que nos permiten sentir que tenemos el control de lo que nos rodea a través de una lectura de la realidad que, aunque es una fábula, nos aporta seguridad», explica el psicólogo. Es decir, es mucho más fácil pensar que me ha ido mal el día porque me he levantado con el pie izquierdo que pararme a analizar y verificar detalladamente todos los sucesos y acciones que han determinado mis desgracias a lo largo de esas 24 horas.
Bien es cierto que los humanos también tendemos a la disonancia cognitiva. «Cuando paso por debajo de una escalera y me sucede algo malo, tiendo a pensar que ha sido por eso, pero si paso por debajo de una escalera y mi día es perfecto, se me olvida que pasé por debajo de una escalera. Es decir, ponemos el foco en la superstición dependiendo del resultado final», señala García.
Para bien o para mal, no está científicamente comprobado que los gatos negros, o determinados objetos y acciones, tengan la capacidad de atraer o ahuyentar la suerte. Es más, muchos de nosotros tocamos madera o cruzamos los dedos para tener suerte más porque hemos recibido esa herencia cultural que porque realmente pensemos que va a tener un efecto en nuestras vidas.
Así pues, las supersticiones, si no condicionan de manera grave nuestra vida, no tienen ningún tipo de consecuencia negativa y, en muchos casos, son motivo hasta de humor. Cuando su repercusión es mayor y provoca una obsesión o nos paraliza puede desembocar en un trastorno obsesivo compulsivo (TOC) o una fobia, pero no es lo común.
«Las fobias y los TOC son trastornos cercanos a la superstición, pero una superstición no tiene por qué ser el germen de un trastorno, también puede ser algo divertido, porque forma parte de la cultura de una sociedad. Las personas nos movemos por las creencias y por la fe. El ser humano no es científico por naturaleza y, para controlarlo todo, se apoya en las supersticiones y en estos amuletos o remedios caseros, como lanzar un pellizco de la sal que has derramado por encima del hombro izquierdo, porque nos hacen sentirnos más tranquilos y seguros», dice García.
El especialista destaca que estas creencias son más frecuentes y juegan un papel mucho mayor en las civilizaciones menos desarrolladas.
Ver un gato negro
Durante la Edad Media se extendió la creencia de que las brujas se convertían en gatos negros por la noche y, como a estas se las relacionaba con el diablo, cruzarse con uno era motivo de desgracias. Puede que la superstición influya a la hora de adoptarlos, pues desde la Fundación Affinity sostienen que los gatos negros se adoptan menos que los de pelaje más claro. En Gran Bretaña, sin embargo, es sinónimo de buena suerte e incluso celebran el Día del Gato Negro cada 27 de octubre.
Derramar la sal
La sal, por su uso para la conservación de alimentos, fue siempre símbolo de incorruptibilidad y, por tanto, de las relaciones que perduran. Por ello, muchos consideran desafortunado derramarla. Para remediarlo, la tradición recomienda coger un pellizco de la sal derramada y arrojarlo a nuestra espalda por encima del hombro izquierdo. De lo contrario, nos arriesgamos a sufrir engaños y decepciones en nuestras relaciones personales.
Abrir un paraguas bajo techo
Los reyes de algunas civilizaciones antiguas usaban sombrillas para protegerse de los rayos del sol. El sol era un símbolo divino, por lo que cuando alguien abría el ‘paraguas’ en un lugar sin sol se consideraba un sacrilegio. Sin embargo, la explicación más lógica es que los primeros paraguas tenían los resortes tan duros que se hacía muy difícil abrirlos y, a menudo, alguien resultaba herido al abrirlo dentro de casa.
Pasar por debajo de una escalera
Una hipótesis tiene que ver con la condición sagrada y mística que se le otorga al triángulo en la Biblia (el ojo de Dios o la Santísima Trinidad). Esta es, precisamente, la figura geométrica que forma una escalera apoyada en una pared, por lo que se consideraba sacrilegio atravesar ese triángulo sagrado. También era común dibujar a Lucifer bajo la escalera que usaban en el descenso del cuerpo de Cristo.
Martes 13
El martes se relaciona con el dios romano ‘Marte’, que simboliza la guerra y la destrucción. Por su parte, el 13 es el capítulo del Apocalipsis de la Biblia, correspondiente al anticristo. Entre los dos forman un binomio tradicionalmente temido, incluso del que se hace eco el refranero español: «En trece y martes ni te cases ni te embarques». En la cultura anglosajona el día de la mala suerte es el viernes 13.
Brindar con agua
Una de las teorías más aceptadas sobre el origen de esta superstición es que, en Rusia, si el zar levantaba la copa con vino por alguno de los comensales, este recibía elogios y felicitaciones. Sin embargo, si la copa del zar contenía agua, la persona no recibía con tanta alegría el brindis. El receptor del mismo se levantaba en silencio, abandonaba la estancia y al poco tiempo se oía un disparo.
Levantarse con el pie izquierdo
Históricamente, diversas culturas han compartido la discriminación por las personas zurdas, mientras que la derecha siempre se ha asociado a lo bueno. Los santos se sentarán a la derecha de Dios, dice la Biblia, el sol gira hacia la derecha… Incluso en términos lingüísticos, la izquierda se denominaba ‘sinester’ en latín, que significa siniestro.
Romper un espejo
Se dice que romper un espejo acarrea siete años de mala suerte. Su origen parte del siglo XV, momento en que se fabrican los primeros espejos, muy caros por entonces, al llevar añadida una lámina de plata. Romper uno, por un criado, significaba muchos años pagándolo de su salario. El siete es un número muy arraigado en la cultura universal y ya Pitágoras lo consideraba el número perfecto.
Cruzar los dedos
En la antigüedad, se creía que cruzar los dedos alejaba a los malos espíritus. También se cruzaban los dedos con los de otra persona, formando una cruz, para pedir un deseo conjuntamente, generalmente el de tener buena suerte. Hoy en día se utiliza, además de para atraer a la buena suerte y que nos salgan las cosas bien o que nuestros deseos se cumplan, cuando incumpliremos lo que juramos.
Tocar madera
Tiene dos posibles orígenes. Una tiene relación con el cristianismo. Los seguidores de Jesús consideraban que si tocaban la madera de la cruz en la que fue crucificado se les concederían deseos o se producirían milagros. La otra procede de la cultura celta, que sostenía que los arboles poseían un valor de amuletos de la suerte, ya que se creía que en ellos habitaban ciertos espíritus y dioses.
Soplar una pestaña
En la Edad Media se creía que el Diablo coleccionaba pestañas. Su caída se consideraba de mal augurio y, para evitarlo, había que poner la pestaña en el dorso de la mano y arrojarla por encima del hombro izquierdo, o bien ponerla sobre la punta de la nariz y soplarla. Hoy ya nadie recuerda al Diablo, pero permanece el soplar la pestaña caída y pedir un deseo para atraer a la buena suerte.
Llevar una herradura
Aunque ya era considerada mágica en la época de Grecia y Roma, la leyenda más conocida es la del monje San Dunstan de Canterbury, le colocó unas herraduras al diablo y le dijo que no se las quitaría hasta que prometiera que jamás haría daño a alguien que las llevara. Dependiendo de la parte de Europa, para que la herradura dé buena suerte ésta debe colocarse con las puntas hacia arriba o hacia abajo.
Pisar una caca
Las heces se han utilizado como remedios contra enfermedades y como abono para la tierra, por tanto, pisar una de ellas simboliza acercarse a algo que dará buenos frutos. Sin embargo, en algunos países, como Francia, diferencian y consideran que solo trae suerte si se pisa con el pie izquierdo.
Soplar todas las velas
En la Alemania de la Edad Media se inició la costumbre de poner velas en los pasteles de cumpleaños. Se colocaba siempre una más que los años cumplidos y esta última simbolizaba la prosperidad del nuevo año y era la que, obligatoriamente, había que apagar soplando para obtener la buena suerte.
Encontrar un trébol de cuatro hojas
Ya era considerado un símbolo de buena suerte por los druidas británicos hace 2.500 años, pues consideraban que les permitiría ver a los demonios. Cada hoja representa una faceta de la felicidad: amor, salud, riqueza y fama.
Tirar monedas a una fuente
Antiguamente se arrojaban alfileres o piedras a un pozo para saber si un hecho se cumpliría o no. Si, al caer, salían burbujas, se cumpliría. Ahora se usan monedas, pero solo para pedir deseos, independientemente de si salen burbujas o no.